Sobre el Objeto de Culto
Nichiren se refirió a su objeto de adoración como la encarnación de "los tres mil reinos en un solo momento de pensamiento como realidad", una afirmación que puede interpretarse de dos maneras. En primer lugar, según estudios recientes sobre la historia del arte budista, los íconos y mandalas en el Japón premoderno no se consideraban meramente simbólicos o representativos, sino que participaban y encarnaban activamente los poderes sagrados de los seres o principios que representaban. Nichiren explica esta idea en términos del concepto de la Budeidad de las hierbas y los árboles (somoku jobutsu), o, más ampliamente, de los seres insensibles, un principio abarcado por la doctrina de los tres mil reinos en un solo momento de pensamiento:
Tanto los escritos internos como los externos permiten el uso de imágenes de madera y pintadas como objetos de adoración, pero la razón para ello surgió [solo] en la escuela T'ien-t'ai . Si las plantas y los árboles no poseyeran causa y efecto [es decir, los nueve reinos y el reino de Buda] tanto en los aspectos físicos como mentales, sería inútil confiar en imágenes de madera y pintadas como objetos de adoración.... Si no fuera por la semilla de Buda, que son los tres mil reinos en un instante de pensamiento, la realización de la Budeidad por parte de los seres sintientes y [la eficacia de] las imágenes de madera y pintadas como objetos de adoración existirían nominalmente, pero no en realidad.
Por esta razón, Nichiren insistió en que sólo el Sutra del Loto , la fuente textual del principio ichinen sanzen , era eficaz en el ritual de apertura de los ojos para consagrar imágenes de Buda.
Fuente: La Ilustración original y la transformación del budismo japonés medieval . Un libro del Instituto Kuroda de Jacqueline Ilyse Stone. University of Hawai'i Press: Honolulu. 1999. Págs. 276-277.
