Estaba preocupado por usted: hacía mucho tiempo que no tenía noticias suyas. Me hizo inmensamente feliz recibir a su mensajero, que llegó con sus diversas ofrendas. Voy a concederle el Gohonzon para que lo proteja.
Con respecto al problema de su traslado a otras tierras, he estudiado la carta que le envió su señor feudal y la que usted me envió a mí, y las he comparado. Ya había previsto este problema, aun antes de que su carta llegara. Puesto que su amo considera esto como un asunto de la mayor importancia, deduzco que otros vasallos han estado hablándole mal de usted, diciéndole: «Su actitud de no querer ser transferido a una nueva finca pone de manifiesto su falta de respeto hacia usted. Hay mucha gente egoísta, pero él deja atrás a la mayoría. Le aconsejamos, por el momento, no concederle más muestras de amabilidad».
Tiene que ser precavido y actuar con cautela.
Como vasallos, usted, sus padres y sus parientes cercanos tienen una profunda deuda de gratitud con su señor feudal. Por otro lado, cuando la ira del gobierno recayó sobre mí y toda la nación me hizo blanco de su odio, él tuvo la clemencia de no tomar medidas contra el clan al que usted pertenece. A muchos de mis discípulos sus amos les confiscaron las tierras y, luego, los despojaron o expulsaron de sus dominios. Aunque su señor no vuelva a mostrarle ningún tipo de consideración, evite todo sentimiento de rencor hacia él. Dado que usted se muestra reacio a trasladarse a otras tierras, es irrazonable esperar más favores de él.
Los sabios merecen ese nombre porque no viven a merced de los ocho vientos: prosperidad, decadencia, deshonra, honor, alabanza, censura, sufrimiento y placer. No los exalta la prosperidad ni los aflige la decadencia. Las deidades celestiales sin falta protegerán a aquel que no se incline ante los ocho vientos. Pero si usted alberga un resentimiento irrazonable hacia su señor feudal, por mucho que ore las deidades no le brindarán su protección.
Cuando uno presenta una demanda judicial puede ganar, pero también cabe la posibilidad de que pierda si, pudiendo obtener satisfacción fuera de los tribunales, insiste en recurrir a ellos. He considerado en qué medida los vigilantes nocturnos1 podían ganar su litigio. La situación de ellos me dio mucha lástima: estaban en graves problemas, y les habían confiscado tierras y propiedades tan sólo por ser seguidores de Nichiren. Dije que oraría por ellos, siempre y cuando no fuesen a juicio; se mostraron de acuerdo y prometieron no hacerlo. Por eso, cuando supe que habían presentado una demanda y estaban liados en un juicio, me preocupó que el desenlace pudiera no ser favorable para ellos. Hasta ahora, no se han producido resultados.
Daigaku y Uemon no Tayu han obtenido respuesta a sus oraciones porque siguieron mi consejo. Hakiri parece creer en mis enseñanzas, pero ha ignorado mi sugerencia con respecto a su litigio judicial, y por eso el desarrollo de esa causa me tiene preocupado. Algo bueno parece haber sacado de ello, tal vez porque le advertí que perdería si no escuchaba mi consejo. Pero, como no lo hizo en la medida que yo hubiese querido, el resultado no ha sido tan fructífero como esperaba él.
Si los creyentes laicos y su maestro oran con diferente actitud, su oración será tan vana como tratar de encender fuego sobre el agua. Aunque oren con un mismo propósito, tampoco obtendrán respuesta si reinciden en el error de atacar las enseñanzas mayores con enseñanzas menores. Con el tiempo, tanto el maestro como sus seguidores laicos caerán en la ruina.
Myoun fue el quincuagésimo sumo sacerdote de la escuela Tendai. El quinto mes del segundo año de Angen (1176), fue castigado por el Emperador retirado4 y condenado al exilio en la provincia de Izu. Sin embargo, mientras se dirigía a este lugar, fue rescatado en Otsu por sus sacerdotes del monte Hiei. Reasumió su posición sacerdotal, pero el undécimo mes del segundo año de Juei (1183) fue capturado por [Minamoto no] Yoshinaka, y murió decapitado. No estoy diciendo que el hecho de ser exiliado o decapitado sea, de por sí, indicio de que se ha obrado mal. Hasta los venerables y sabios pasan por estas cosas.
Cuando estalló la guerra civil entre Yoritomo, del clan Minamoto, y Kiyomori, del clan Taira, más de veinte miembros del clan de Kiyomori firmaron un juramento y estamparon sus sellos. Y ese juramento decía: «Respetaremos al monte Hiei como templo de nuestro clan. Veneraremos a sus tres mil monjes como a nuestros propios padres. Las aflicciones del Templo de la Montaña serán nuestros pesares, y las alegrías del Templo de la Montaña serán nuestra dicha». Donaron al templo, en su totalidad, los veinticuatro distritos de la provincia de Omi. Entonces, el prior [Myoun] y sus discípulos emplearon en sus oraciones todos los ritos de la escuela Palabra Verdadera para derrotar al enemigo y hasta ordenaron a sus monjes armados que disparasen flechas a los soldados del clan Minamoto. No obstante, Yoshinaka [de este último clan] y uno de sus vasallos, Higuchi, acompañados por no más de cinco o seis hombres, ascendieron al monte Hiei e irrumpieron en el salón principal. Arrastraron a Myoun de la plataforma en la cual oraba por la victoria, lo ataron con una cuerda, lo hicieron rodar cuesta abajo por la ladera occidental de la montaña cual si fuera una piedra y le cortaron la cabeza. Así y todo, el pueblo del Japón no rechaza las enseñanzas de la escuela Palabra Verdadera ni se ha detenido a pensar siquiera en esta cuestión.
Durante el quinto, el sexto y el séptimo mes del tercer año de Jokyu (1221), signo cíclico kanoto-mi, la Corte Imperial y los guerreros bárbaros entablaron un combate. En ese momento, el monte Hiei, el To-ji, los siete templos principales de Nara, el Onjo-ji y los demás templos llevaron a cabo los rituales más esotéricos de la escuela Palabra Verdadera, en sus oraciones a la Diosa del Sol, al gran bodhisattva Hachiman, al Rey de la Montaña y a las demás deidades. Cuarenta y uno de los sacerdotes más renombrados oraron reiteradamente por la derrota de [Hojo] Yoshitoki; entre ellos, el administrador sacerdotal general Jien, ex prior de la escuela Tendai, y los administradores sacerdotales del To-ji, de Omuro, y del salón Joju-in perteneciente al templo Onjo-ji.
El octavo día del sexto mes, en el palacio Shishin-den, el prelado de Omuro también inició una ceremonia para derrotar a los enemigos. Proclamó que la Corte Imperial obtendría la victoria antes de que transcurrieran siete días. Pero el séptimo día —el decimocuarto del sexto mes— la batalla terminó con la derrota de la Corte. Y el prelado falleció de extrema congoja, porque su paje amado, Setaka, había sido decapitado. Sin embargo, pese a todo esto, nadie jamás se ha preguntado cuál fue el error de las doctrinas expuestas por la escuela Palabra Verdadera. Las ceremonias que incluían la totalidad de estas doctrinas —la primera, conducida por Myoun, y la segunda, por Jien— provocaron la caída absoluta del régimen imperial en el Japón. Hoy, por tercera vez, se está realizando una ceremonia religiosa especial para repeler la invasión de los mongoles. El actual régimen sin duda correrá la misma suerte. Este es un asunto confidencial; manténgalo en estricta reserva.
Y con respecto a su propio problema, le aconsejo que no recurra a los tribunales. Tampoco alimente rencores hacia su señor feudal ni abandone su puesto de servicio. Quédese en Kamakura. Acuda a atender a su amo con menor frecuencia que antes; préstele servicio sólo de tanto en tanto. Entonces, habrá posibilidad de que su deseo se cumpla. Jamás se comporte de un modo deshonroso. No se deje perturbar por la codicia, ni por el deseo de fama, ni por la ira.
Esta es una de las muchas cartas que Nichiren escribió a Shijo Kingo, su leal discípulo de Kamakura
Gosho Zenshu (Copilación de los escritos de Nichiren)
