Esta parábola aparece en el capítulo "Parábolas y semejanzas" (tercero). El Buda Shakyamuni lo relata para ilustrar su afirmación del capítulo "Medios hábiles" (segundo), respecto a que el único propósito del advenimiento de cualquier Buda es hacer posible que todas las personas alcancen la Budeidad, y que los tres vehículos de los que escuchan la voz, los despertados a la causa, y los bodhisattvas son simplemente medios para conducir a las personas hacia el único vehículo del Buda.
Supóngase, dice él, que hay un hombre muy rico que tiene muchos hijos. Un día, súbitamente, estalla un incendio en su espaciosa pero deteriorada casa, y sus hijos, totalmente absortos en sus juegos, no saben que la casa está en llamas e ignoran sus gritos de advertencia. Por consiguiente, él recurre a un medio hábil para inducirlos a salir de la casa en llamas. Él les grita que afuera tiene tres carruajes que ellos han querido desde hace mucho tiempo: un carruaje tirado por un carnero, otro tirado por un ciervo, y un tercero tirado por un buey. Ellos salieron corriendo inmediatamente para recibir sus regalos. Habiéndolos persuadido de esta manera hacia la seguridad, el hombre rico les da a cada uno de sus hijos un carruaje, pero no uno de las tres clases que les había prometido. Más bien, le da a cada hijo un carruaje mucho más fino, adornado con numerosas joyas y tirado por un buey blanco.
El Buda Shakyamuni compara la casa en llamas de la parábola con el mundo triple, y las llamas en sí con los sufrimientos del nacimiento y la muerte. El hombre rico es el Buda, los hijos son todos los seres vivientes, y los juegos en los cuales ellos están absortos son los placeres mundanos o la búsqueda de ellos. Las tres clases de carruajes prometidos originalmente representan a los tres vehículos, o las enseñanzas provisionales, y el carruaje del gran buey blanco simboliza al supremo vehículo de la Budeidad, es decir, al Sutra del Loto.